6 feb 2014

EL PERRO CON PELO QUE HABITA EL MICTLÁN.

UNA REVISIÓN A FRAY BERNARDINO DE SAHAGÚN.

Por: Marco Antonio Hernández Escampa-Abarca.


Desde la perspectiva urbana en México, las primeras referencias acerca del xoloitzcuintle no provinieron principalmente de las excavaciones arqueológicas, sino de escritos coloniales. Es así que el franciscano Fray Bernardino de Sahagún en su obra titulada Historia General de las Cosas de la Nueva España, en el Libro Undécimo titulado “De las propiedades de los animales, aves, peces, árboles, hierbas, flores, metales y piedras, y de los colores” relata:

  
   “50.- Los perros de esta tierra tienen cuatro nombres: llámanse chichi, itzcuintli, xochiocóyotl y tetlamin y también teúitzotl. Son de diversos colores, hay unos negros, otros blancos, otros cenicientos, otros buros, otros castaños oscuros, otros morenos, otros pardos y otros manchados.

51.- Hay algunos de ellos grandes, otros medianos; algunos hay de pelo lezne, otros de pelo largo; tienen largos hocicos, los dientes agudos y grandes, las orejas cóncavas y pelosas, cabeza grande, son corpulentos, tienen uñas agudas; son mansos y domésticos, acompañan y siguen a su amo o dueño; son regocijados, menean la cola en señal de paz, gruñen y ladran; bajan las orejas hacia el pescuezo en señal de amor, comen pan y mazorcas de maíz verdes, y carne cruda y cocida, comen cuerpos muertos, comen carnes corruptas.

52.- Criaban en estas tierras unos perros sin pelo ninguno, lampiños, y si algunos pelos tenían eran muy pocos. Otros perrillos criaban que llamaban xoloitzcuintli, que ningún pelo tenían, y de noche abrigábanlos con mantas para dormir; estos perros no nacen así, sino de pequeños los untan con resina, que se llama óxitl, y con esto se les cae el pelo quedando el cuerpo muy liso. Otros dicen que nacen sin pelo en los pueblos que se llaman Teotlixco y Toztlan. Hay otros perros que se llaman tlalchichi, bajuelos y redondillos, que son muy buenos de comer.” (Sahagún, 1992: 628)

     El original de este escrito de Sahagún es conocido como Códice Florentino y se trata de un texto bilingüe en castellano y náhuatl, profusamente ilustrado. La obra tiene un carácter recopilatorio a partir de informantes nahuas y fue desarrollándose durante varias décadas. La investigación se inició en Tlatelolco en 1547, continuó en Tepepulco entre 1558 y 1561, de nuevo en Tlatelolco hasta 1565 y se terminó en 1577 en la Ciudad de México (Barbero, 1999:78-79).  

     En cuanto a los perros desnudos, las premisas corresponden a más de un criterio. Por un lado se asume que la desnudez de los xoloitzcuintli es artificial y por otro lado se afirma que es natural y los animales se críaban en zonas determinadas. En cualquier caso, queda clara la diversidad cromática y de pelaje presente entre los perros locales antiguos, su carácter amigable y la existencia de los perros sin pelo. En cuanto a los lugares donde se criaban éstos últimos, el toponímico Teotlixco ha sido relacionado con el área poblana de Cholula o bien con la cultura tolteca. (De Durand-Forest, 1974) mientras Toztlan tal y como aparece en la Matrícula de Tributos, podría referirse a la zona de los Tuxtla, Veracruz.

     También cabe mencionar que se describe la dieta de los perros en general, la cual se basa tanto en materia vegetal como en carne. Por lo tanto la idea de que el xoloitzcuintle o cualquier otro perro mesaomericano fuesen vegetarianos carece de sustento. Como todo perro, consumían una diversidad de alimentos. Algo sumamente importante es que Sahagún recopiló información sobre diversos temas y por lo tanto no siempre ahonda en los detalles finos. Ciertamente queda claro que al perro sin pelo se le denominaba xoloitzcuintli mientras otros perros recibían nombres diversos. Esta distinción no implica que se trate necesariamente de poblaciones separadas. En la actualidad sabemos que los perros pelones mesoamericanos nacen acompañados de perros con pelo en las camadas, detalle que probablemente no fue considerado en la interpretación de Sahagún. En cambio, ahora sabemos que la oposición con pelo/sin pelo forman un conjunto dual indisoluble.

     Por otro lado, en el Apéndice del Tercer Libro, Sahagún explica que de acuerdo al modo de morir, las almas de los muertos tenían distintos destinos. Los que morían de enfermedad iban al Inframundo, quienes perecían por causas relacionadas con el rayo, al agua o ciertas enfermedades (leprosos, bubosos, sarnosos, gotosos e hidrópicos) se dirigían al Tlalocan y finalmente aquellos que fenecían por causas relacionados con el fuego o la guerra, tenían como destino final el Sol. Dada su visión católica, Sahagún interpretó estos sitios como el Infierno, el Paraíso Terrenal y el Cielo respectivamente. De hecho al señor del Inframundo lo identifica erróneamente como un diablo, lo cual también se debe a la idea colonial de que los “falsos” dioses nativos eran formas demoníacas. El viaje al Inframundo  implicaba superar una serie de obstáculos y el perro tenía un papel primordial en este caso:

“18.- Y más, hacían al difunto llevar consigo un perrito de pelo bermejo, y al pescuezo le ponían hilo flojo de algodón; decían que los difuntos nadaban encima del perrillo cuando pasaban un río del Infierno que se nombra Chiconahuapan;

19.- y llegando los difuntos ante el diablo que se dice Mictlantecutli ofrecíanle y presentábanle los papeles que llevaban y manojos de teas y cañas de perfumes, e hilo flojo de algodón y otro hilo colorado, y una manta y un maxtli y las naguas y camisas y todo hato de mujer difunta que dejaba en el mundo todo lo tenían envuelto desde que se moría.

20.- A los ochenta días lo quemaban, y lo mismo hacían al cabo del año, y a los dos años, y a los tres años, y a los cuatro años; entonces se acababan y cumplían las obsequias, según tenían costumbre, porque decían que todas las ofrendas  que hacían por los difuntos en este mundo, iban delante el diablo que se decía Mictlantecutli;

21.- y después de pasados cuatro años el difunto se sale y se va a los nueve infiernos, donde está y pasa un río muy ancho y allí viven y andan perros en la ribera  del río por donde pasan los difuntos nadando, encima de los perritos.
22.- Dicen que el difunto que llega a la ribera del río arriba dicho, luego mira al perro (y) si conoce a su amo luego se echa nadando al río, hacia la otra parte donde está su amo, y le pasa a cuestas.

23.- Por esta causa los naturales solían tener y criar los perritos, para este efecto; y más decían, que los perros de pelo blanco y negro no podían nadar y pasar el río, porque dizque decía el perro de pelo blanco: yo me lavé; y el perro de pelo negro decía: yo me he manchado de color prieto, y por eso no puedo pasaros. Solamente el perro de pelo bermejo podía bien pasar a cuestas a los difuntos, y así en este lugar del infierno que se llama Chiconaumictlan, se acababan y fenecían los difuntos.

24:- Y más dicen que después de haber amortajado al difunto con los dichos aparejos de papeles y otras cosas, luego mataban al perro del difunto, y entrambos los llevaban a un lugar donde había de ser quemado con el perro juntamente.” (Sahagún, 1992: 206-207)
   

 Sin duda el pasaje anterior es uno de los más aludidos en el imaginario colectivo contemporáneo, ya que parte del argumento en torno al xoloitzcuintle se relaciona con este paso por el río del Inframundo o Mictlan. No obstante, la fuente colonial claramente menciona que los perros que cumplían esta función eran los perros con pelaje y no los perros desnudos. Debido a un deseo colectivo de enfatizar al xoloitzcuintle como un ente que representa la supervivencia del mundo prehispánico, múltiples propiedades o atributos de los perros mesoamericanos en general se fueron asignando exclusivamente al perro pelón. En el presente resulta necesaria una reformulación de todos estos conceptos. Parte del proceso es la reivindicación del xoloitzcuintle con pelo y su revaloración social. Esto incluye en última instancia la preservación de la gama cromática de la raza porque los colores mencionados en las fuentes y representados en los códices forman parte del sistema simbólico antiguo. 

     Por último cabe mencionar que si bien esta fuente colonial es de mayúscula importancia, algunos detalles deben contrastarse con otras y con la información arqueológica. Por ejemplo, en este texto se especifica un nombre para el perro comestible, no obstante los vestigios arqueológicos indican que el consumo era más extendida y menos selectivo.

Referencias:

Barbero Richart, Manuel C. 
1999. Iconografía animal: la representación animal en libros europeos de los siglos XVI y XVII, Cuenca: Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha

De Durand-Forest, Jacqueline.
1974. Los grupos chalcas y sus divinidades según Chimalpahin, Estudios de cultura Náhuatl, no 11, p. 148.

Sahagún, Bernardino de.
1992. Historia General de las Cosas de Nueva España, Editorial Porrúa, Colección “Sepan Cuántos…” México.